Desde diciembre de 2019, el mundo se ve afectado por una pandemia originada por el COVID-19. Ahora que la salud pública es la máxima prioridad, junto con una estrecha vigilancia de los impactos económicos y sociales, las implicaciones de COVID-19 en el medio ambiente siguen siendo en gran medida infravaloradas. Los residuos plásticos no gestionados son especialmente preocupantes debido a sus implicaciones para los ecosistemas naturales y la salud y seguridad públicas. 

Sin embargo, la pandemia del COVID-19 ha superado claramente la amenaza percibida de la contaminación por plásticos, lo que ha provocado un cambio repentino en la jerarquización de valores, donde la salud se considera un valor a pesar del cuidado del medio ambiente, que muestra una clara disminución de su importancia percibida. 

Así pues, es imperativo replantearse nuestras actitudes medioambientales respecto al uso del plástico, fomentando comportamientos sostenibles, rompiendo viejos hábitos y adoptando otros nuevos. Para conseguirlo, es importante trabajar desde la base del sistema juvenil, desde las futuras generaciones, donde se están creando los comportamientos y se forman las actitudes cívicas para toda la vida, por eso es de gran necesidad crear materiales, herramientas e instrumentos adecuados para que los trabajadores juveniles trabajen este tema, de una manera lúdica y no formal para llegar mejor a sus jóvenes y crear un impacto a través de las actividades educativas.